Abrió
la ventana. Aspiró profundamente el aire fresco que le llegaba del parque
boscoso cercano a su casa. Admiró el paisaje pensando, una extraña sonrisa se
esbozaba en su rostro. Sus ojos se humedecieron tímidamente. Alegrías y
tristezas se entremezclaban en sucesivas
imágenes de un pasado no lejano. Sus padres recientemente muertos, sus hermanos
igualmente fallecidos, su matrimonio acabado. Pero su fe en Dios era profunda.
No en vano asistía todos los domingos religiosamente a misa. Un escalofrío
placentero recorría su espalda. Volteándose de manera pausada, observó
cuidadosamente su habitación. Pulcramente ordenada. Buscaba los porta retratos
de sus amores, sus hijos, sus tesoros, su razón de existencia; ya todos bien
casados, felices, al igual que sus nietos, que eran el renacer de su vida.
Adelantó unos pasos acercándose a la gaveta de su escritorio. La madera lustrosa,
con ese olor característico de su noble materia fina. Tomó la perilla de bronce
y haló lentamente el cajón. Ahí estaba el revólver calibre 38, herencia de su
pareja. La policía encontró una carta a su lado que decía: “Les deseo Feliz
Navidad”.
ALÍ HERNÁNDEZ ABRAHAN
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