Esta nota la escribí hace ya mucho tiempo, y no se porqué razón no la había publicado, hoy lo hago pensando en la realidad que nos afecta a los profesionales de la educación en Venezuela, y veo como muchos valiosos colegas van abandonando nuestro oficio por la inmensa presión económica que nos arropa. Es una pequeña crónica de mi vida profesional que me permito contarles a mis amigos docentes para que reflexionen y mediten sus decisiones antes de acometerlas.
Siento la necesidad imperiosa de escribirles a ustedes, especialmente a los
que comparten conmigo una vocación que está bendecida por talentos especiales
que Dios, en su inmensa misericordia y bondad, otorgó a muchos que fuimos
elegidos para una misión de vida, a veces, extrañamente admirada en este país
por lo poco que deja económicamente hablando, y por el bajo perfil que se le atribuye en algunos sectores de
esta sociedad que no termina de madurar en su conciencia social.
En agosto de este año cumplo 35 años (año 1978) de haber egresado del antiguo pero
otrora muy prestigioso “Instituto Universitario
Pedagógico Experimental de Barquisimeto”, hoy transformado en la
Universidad Pedagógica Experimental Libertador, tal vez mi historia sea similar
a la de muchos que escogimos el camino de la educación, movidos más por ideales
utópicos para mejorar un país, que por lograr ambiciones materiales propias de
la vanidad humana, ya que para ese entonces se asomaba la punta del
iceberg de la actual crisis moral, política, social y la más importante de
todas, la espiritual, puesto que la súbita riqueza petrolera sumergió a los
venezolanos en un mundo materialista nunca jamás visto en esta inmadura nación.
Ante ese panorama de “riqueza”, los jóvenes de entonces estábamos
deslumbrados para poder pensar acertadamente qué camino seguir para desarrollar
nuestras vidas y ser aceptados en nuestra sociedad.
Al graduarme, yo ya estaba trabajando desde hace un buen rato en el campo
de la publicidad, PUMERCA, fue la empresa en la cual conseguí desarrollar una
de mis pasiones, la escritura, allí me desempeñaba como escritor creativo y
algunas veces como ejecutivo de ventas, la cuestión es que me olvidé por algún
tiempo de mis deberes con el magisterio, (ganaba el doble que un profesor a
tiempo completo) y dejé que la ola de la frivolidad materialista embargara esa
etapa de mi vida, después de allí pasé al ramo inmobiliario como gerente de
ventas de una empresa importante de Barquisimeto, Martín Capriles &
Asociados, donde aprendí muchísimo del mercadeo.
Después, al tiempo, joven al fin y recién casado y
con una hija que mantener, no dejaba pasar la oportunidad para mejorar mis
ingresos, así es como acepté ser gerente
de Publicidad y Mercadeo del diario El Informador, estando allí, murió mi
padre, hecho que marcó la nueva etapa de mi vida, aventurándome a comenzar con
una nueva empresa que prestaba servicios de mantenimiento de áreas verdes y
reparaciones generales, arriesgando mi capital e iniciando una nueva
experiencia, que no fue afortunada en lo económico pero si muy nutritiva en
conocimientos y experiencia.
Durante años trabajé independientemente y fundé una nueva empresa de bienes
raíces, con la cual me desarrollé como empresario durante 8 años, desfortunadamente comenzó el declive de la construcción y las constructoras dejaron de contratar
a terceros para la venta de sus inmuebles, pues abrieron compañías que
asumieron sus ventas y las de otros, de manera que el negocio para los
independientes se deprimió considerablemente, en consecuencia me dispuse a
regresar a mis orígenes pedagógicos, en el 84 comencé a dar clases en el Instituto Universitario experimental de Barquisimeto (I.U.P.E.B), pero por la crisis económica de esos años el
presupuesto para supernumerarios se vio afectado, por lo cual, no pudimos seguir en
los semestres venideros.
Ya a estas alturas, mi equipaje de experiencias y conocimientos había
aumentado, me sentía capaz de emprender nuevos retos, asumí otros empleos de corte gerencial en otras empresas, cuando inesperadamente
comenzó de lleno la destrucción de nuestra democracia incipiente, los fallidos golpes de estado conmocionaron la
economía de la nación, infringiendo un daño del que aún no hemos podido
sanar. En fin, mil vicisitudes, cientos de obstáculos, impidieron que yo
siguiera por la senda del comercio en búsqueda de la fortuna añorada.
El Plan de Dios está por encima de nuestros deseos, por algo me había
graduado de profesor, siempre, durante mis experiencias laborales comerciales,
no dejaba de enseñar a los que de uno u otro modo así lo exigían. Talleres de
ventas, cursos de redacción comercial, etc, servían como catarsis a mis deseos
inconsciente de ejercer mi profesión.
La situación económica me obligó a aceptar unas cuantas secciones de bachillerato
en un colegio privado que se estaba inaugurando, fue una experiencia muy dura y
agotadora, atendía 9 secciones full de alumnos con una indisciplina notoria,
los propietarios del colegio aceptaron todos los alumnos expulsados de otros colegios de
Barquisimeto. Terminé ese año enfermándome, el stress comenzó a afectarme, dejé
el colegio y comencé a estudiar mi primera Maestría en La Universidad Fermín
Toro, la primera que esa institución dictaba, “Gerencia de Servicios
educativos”, a la vez que trabajaba como gerente de ventas de la región centro
occidental de una empresa de transporte de valores y documentos.
Finalizó la maestría y nos ofrecieron a algunos de los participantes a que
dictáramos clases en la Universidad y desde ese momento hasta hoy no he dejado
de hacerlo, dictaba clases en bachillerato y a nivel universitario, no es un
secreto para nadie que el sueldo que ganamos los profesores, con 35 años de
graduado, 2 Maestrías, un diplomado y 27 cursos de actualización, (esto lo
menciono no para vanagloriarme, ni ser pretencioso o pedante, sino que muestra
como los educadores invertimos muchísimo tiempo y dinero en nuestra
preparación) algo más que 2 salarios mínimos y cesta tiques, logrando toda esta
preparación con mucho sacrificio económico, familiar (el tiempo que le quitamos
a la familia) y personal (las diversas cosas que no podemos atender
debidamente, entre ellas nuestras amistades), no representan absolutamente nada
para los patrones (tanto privados como públicos) a la hora de compensar,
incentivar y motivar a su personal docente, quien es al fin y al cabo, la
médula de la institución la cual explotan o dirigen.
Cuando pienso en esto, se me va acercando la depresión con su amigo el
pesimismo, pero Dios Misericordioso, deja colar en mi mente momentos de luz que
brillan con más intensidad que el oro que he dejado de ganar, el recuerdo
maravilloso de ese encuentro casual con un ex alumno que te para de repente en
la calle y te dice con afecto “Profe, se acuerda de mí, (piadosamente le
contestó que sí para no desanimarlo) Usted me dio clases de tal materia, y
mire, como me ha sido útil lo que aprendí con Usted. Nosotros siempre lo
recordamos. o a veces con hombres y
mujeres, hechos y derechos, con una familia fundada, se tropiezan con uno y te
dicen “profe, mire, soy ingeniero, gerente de la Polar, siempre me acuerdo de
Usted., de sus regaños y consejos, gracias por todo” y terminan ese cariñoso
diálogo con un apretón de manos que sientes y te trasmite que has hecho bien tu
labor, la de formar ciudadanos competentes para desarrollar nuestra nación. Hasta
me he encontrado con las madres de mis
ex alumnos que me comentan la admiración de sus hijos por mis clases y
como cambiaron a raíz de mis consejos y regaños.
En fin, depresión y pesimismo, se van alejando, entra en mí una esperanza
renovada por lo que hago, y me pregunto ¿Cuánto vale un ciudadano bien formado?
Ese joven gerente de la Polar, pasó por las manos de muchos profesores, buenos,
malos, regulares, pero que de alguna manera influyeron profundamente en su
personalidad y pensamiento. Posiblemente existirán lectores que dirán, “pero
cualquier profesión es tan importante
como la del educador”, sí, así es, pero un médico gana o cobra la mitad de un
salario mínimo por su consulta de 30 minutos, o un ingeniero cobra por
inspeccionar una obra 2 veces a la semana 5 salarios mínimos y verán ustedes
las abismales diferencias de compensación salarial que no reflejan exactamente
el esfuerzo, la dedicación, el desgaste y las exigencias de la profesión
docente, pues gracias a todos esos educadores existen todos los profesionales
que mencione anteriormente.
Les recuerdo amigos educadores, que antes de nosotros estuvieron grandes
personajes de nuestra historia que sobre todo oficio o profesión, preferían ser
maestros: Simón Rodríguez, Andrés Bello, Rómulo Gallegos, Andrés Eloy Blanco,
Luis Beltrán Prieto Figueroa, por nombrar los más famosos, que lucharon
por una
educación de calidad para los jóvenes, pues sabían perfectamente que
ellos serían los pilares de la sociedad que tanto soñamos.
Siempre cuando comienza un nuevo período escolar, tanto en bachillerato
como en la universidad, les digo a mis alumnos: “posiblemente, algunos de
ustedes será en un futuro, no muy lejano, un gobernador, un diputado, un gran
médico o un gran ingeniero, que lleve a nuestro país al desarrollo y logremos
al fin ser una potencia, gracias al estudio y al esfuerzo de cada uno de
ustedes”. Inmediatamente observo sus rostros pensativos, con la mirada centrada
al infinito, a ese futuro que tanto le temen, pero que anhelan tenga todo el
éxito del mundo, de inmediato les hablo de cómo llegar allí a ese sueño y
convertirlo en realidad, y finalmente les pregunto ¿De verdad quieren estudiar?
Porque para hacer dinero no es necesario tanto estudio, pero para construir una
nueva sociedad, y un gran país en donde exista oportunidades para todo aquél
que quiera trabajar honradamente, sí es necesario que tengamos al frente de
nuestras instituciones a los mejores ciudadanos, a los más capaces, a los más
preparados, a los más íntegros y con vocación de servicio al pueblo y no a sus
bolsillos.
Bueno, el caso es que estas pocas palabras que aquí expreso vienen a mi
mente por lo angustiante de la situación económica por la cual atravesamos los
que nos dedicamos a tiempo completo al oficio de educar, muchos de mis colegas,
valiosos profesores, han renunciado para dedicarse a menesteres comerciales que
le brindarán si acaso algo más de lo que actualmente devengan, otros están a
punto de hacerlo, por lo que perderíamos importantes recursos humanos que
pueden ser sustituidos por personas no tan bien preparadas, provenientes de
alguna Misión Ribas, que desafortunadamente harán más daño a nuestros jóvenes
que cualquier pasante recién graduado de la peor universidad del país.
Por favor, no renunciemos, por lo menos hasta que podamos, aguantemos, los
jóvenes venezolanos nos necesitan, no dejemos en manos de otros de dudosa
preparación el futuro de nuestro país. Luchemos por nuestras reivindicaciones
económicas y sociales, para que la sociedad venezolana comience a dignificar con justicia el papel del
educador en todos sus niveles.
Por último, y para concluir, les deseo a todos mis colegas y amigos educadores,
incluyendo los que están lejos de nuestra patria físicamente, pero que su
corazón y espíritu lo tienen en Venezuela, y que han conseguido con su
sabiduría y vocación formar jóvenes de otras naciones, que no pierdan la Fe y
la Esperanza, Dios es infinitamente Misericordioso, y más pronto que tarde
comenzará un nuevo amanecer, pues hoy sufrimos la más grande oscuridad y
finalmente el sol de la verdad cubrirá nuestras vidas iluminando ese futuro que
todos anhelamos. Gracias por seguir en el aula.
Alí Hernández Abrahan