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sábado, 29 de julio de 2017

Poema para no morir


Y la hoja era fresca… Pero… ¿era tierna?,
Se hundía…pero resistía, sólo la brisa le daba vida,
Entonces la flor perfumaba y su aroma se extinguía.

¿Era el Sol acaso?
Era la vida y la razón,
Y yo… no las distinguía.
Era el viento solitario y errante
Que me esquivó para no contaminarse,
Y la luz fue franca y me dijo…¿Eres tú?
Y fue tan terco como la lágrima última
Que era la cima de mi creencia.

El tiempo era transparente,
Pero lo palpaba,

Porque si estaba no me embriagaba,
Puede ser que fuera infinito,
Pero yo… no lo comprendía.
Ahí  permanecía y yo lo dejaba
Se escapaba impaciente,
Y yo… la deseaba,
Solo era la cruz que a mis espaldas se hendía,
Y yo… me impresionaba.

La Inocencia y la Madurez se juntaban,
Y yo… las amaba,
Una era cruel y me sumergía
En la cruda razón de la vida,
Y la otra me satisfacía, como la delirante poesía
Que me envolvía en mis claros días
Y me alejaba del destino más oscuro y recóndito
De mi espíritu turbado con su simple fantasía,
Pero la realidad era esa
Y yo… solo la lloraba.
Tú eres aquello que está en él.
Y el verano era cálido pero simple,
Como aquella delicada sonrisa,
Y los ojos lo decían todo.

¿Era esa mi causa?
Pero mi tristeza era alta,
Tanto como el miedo a no saber
Si era el capullo dorado de mis ilusiones
Que prendía fascinante
De la sombra materna que cubría
Celoso todo mi ser.

Alí Hernández Abrahan (1973)

jueves, 6 de julio de 2017

A mis amigos EDUCADORES (Maestros, Profesores y Docentes)

Esta nota la escribí hace ya mucho tiempo, y no se porqué razón no la había publicado, hoy lo hago pensando en la realidad que nos afecta a los profesionales de la educación en Venezuela, y veo como muchos valiosos colegas van abandonando nuestro oficio por la inmensa presión económica que nos arropa. Es una pequeña crónica de mi vida profesional que me permito contarles a mis amigos docentes para que reflexionen y mediten sus decisiones antes de acometerlas.



Siento la necesidad imperiosa de escribirles a ustedes, especialmente a los que comparten conmigo una vocación que está bendecida por talentos especiales que Dios, en su inmensa misericordia y bondad, otorgó a muchos que fuimos elegidos para una misión de vida, a veces, extrañamente admirada en este país por lo poco que deja económicamente hablando, y por el bajo perfil  que se le atribuye en algunos sectores de esta sociedad que no termina de madurar en su conciencia social.

En agosto de este año cumplo 35 años (año 1978) de haber egresado del antiguo pero otrora muy prestigioso “Instituto Universitario  Pedagógico Experimental de Barquisimeto”, hoy transformado en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, tal vez mi historia sea similar a la de muchos que escogimos el camino de la educación, movidos más por ideales utópicos para mejorar un país, que por lograr ambiciones materiales propias de la vanidad humana,  ya   que para ese entonces se asomaba la punta del iceberg de la actual crisis moral, política, social y la más importante de todas, la espiritual, puesto que la súbita riqueza petrolera sumergió a los venezolanos en un mundo materialista nunca jamás visto en esta inmadura nación.

Ante ese panorama de “riqueza”, los jóvenes de entonces estábamos deslumbrados para poder pensar acertadamente qué camino seguir para desarrollar nuestras vidas y ser aceptados en nuestra sociedad.

Al graduarme, yo ya estaba trabajando desde hace un buen rato en el campo de la publicidad, PUMERCA, fue la empresa en la cual conseguí desarrollar una de mis pasiones, la escritura, allí me desempeñaba como escritor creativo y algunas veces como ejecutivo de ventas, la cuestión es que me olvidé por algún tiempo de mis deberes con el magisterio, (ganaba el doble que un profesor a tiempo completo) y dejé que la ola de la frivolidad materialista embargara esa etapa de mi vida, después de allí pasé al ramo inmobiliario como gerente de ventas de una empresa importante de Barquisimeto, Martín Capriles & Asociados, donde aprendí muchísimo del mercadeo.

Después, al tiempo, joven al fin y recién casado y con una hija que mantener, no dejaba pasar la oportunidad para mejorar mis ingresos,  así es como acepté ser gerente de Publicidad y Mercadeo del diario El Informador, estando allí, murió mi padre, hecho que marcó la nueva etapa de mi vida, aventurándome a comenzar con una nueva empresa que prestaba servicios de mantenimiento de áreas verdes y reparaciones generales, arriesgando mi capital e iniciando una nueva experiencia, que no fue afortunada en lo económico pero si muy nutritiva en conocimientos y experiencia.

Durante años trabajé independientemente y fundé una nueva empresa de bienes raíces, con la cual me desarrollé como empresario durante 8 años, desfortunadamente comenzó el declive de la construcción y las constructoras dejaron de contratar a terceros para la venta de sus inmuebles, pues abrieron compañías que asumieron sus ventas y las de otros, de manera que el negocio para los independientes se deprimió considerablemente, en consecuencia me dispuse a regresar a mis orígenes pedagógicos, en el 84 comencé a dar clases en el Instituto Universitario experimental  de Barquisimeto (I.U.P.E.B), pero por la crisis económica de esos años el presupuesto para supernumerarios se vio afectado, por lo cual, no pudimos seguir en los semestres venideros.

Ya a estas alturas, mi equipaje de experiencias y conocimientos había aumentado, me sentía capaz de emprender nuevos retos, asumí otros empleos de corte gerencial en otras empresas, cuando inesperadamente comenzó de lleno la destrucción de nuestra democracia incipiente, los   fallidos golpes de estado conmocionaron la economía de la nación, infringiendo un daño del que aún no hemos podido sanar. En fin, mil vicisitudes, cientos de obstáculos, impidieron que yo siguiera por la senda del comercio en búsqueda de la fortuna añorada.

El Plan de Dios está por encima de nuestros deseos, por algo me había graduado de profesor, siempre, durante mis experiencias laborales comerciales, no dejaba de enseñar a los que de uno u otro modo así lo exigían. Talleres de ventas, cursos de redacción comercial, etc, servían como catarsis a mis deseos inconsciente de ejercer mi profesión.

La situación económica me obligó a aceptar unas cuantas secciones de bachillerato en un colegio privado que se estaba inaugurando, fue una experiencia muy dura y agotadora, atendía 9 secciones full de alumnos con una indisciplina notoria, los propietarios del colegio aceptaron todos los alumnos expulsados de otros colegios de Barquisimeto. Terminé ese año enfermándome, el stress comenzó a afectarme, dejé el colegio y comencé a estudiar mi primera Maestría en La Universidad Fermín Toro, la primera que esa institución dictaba, “Gerencia de Servicios educativos”, a la vez que trabajaba como gerente de ventas de la región centro occidental de una empresa de transporte de valores y documentos.

Finalizó la maestría y nos ofrecieron a algunos de los participantes a que dictáramos clases en la Universidad y desde ese momento hasta hoy no he dejado de hacerlo, dictaba clases en bachillerato y a nivel universitario, no es un secreto para nadie que el sueldo que ganamos los profesores, con 35 años de graduado, 2 Maestrías, un diplomado y 27 cursos de actualización, (esto lo menciono no para vanagloriarme, ni ser pretencioso o pedante, sino que muestra como los educadores invertimos muchísimo tiempo y dinero en nuestra preparación) algo más que 2 salarios mínimos y cesta tiques, logrando toda esta preparación con mucho sacrificio económico, familiar (el tiempo que le quitamos a la familia) y personal (las diversas cosas que no podemos atender debidamente, entre ellas nuestras amistades), no representan absolutamente nada para los patrones (tanto privados como públicos) a la hora de compensar, incentivar y motivar a su personal docente, quien es al fin y al cabo, la médula de la institución la cual explotan o dirigen.

Cuando pienso en esto, se me va acercando la depresión con su amigo el pesimismo, pero Dios Misericordioso, deja colar en mi mente momentos de luz que brillan con más intensidad que el oro que he dejado de ganar, el recuerdo maravilloso de ese encuentro casual con un ex­ alumno que te para de repente en la calle y te dice con afecto “Profe, se acuerda de mí, (piadosamente le contestó que sí para no desanimarlo) Usted me dio clases de tal materia, y mire, como me ha sido útil lo que aprendí con Usted. Nosotros siempre lo recordamos.  o a veces con hombres y mujeres, hechos y derechos, con una familia fundada, se tropiezan con uno y te dicen “profe, mire, soy ingeniero, gerente de la Polar, siempre me acuerdo de Usted., de sus regaños y consejos, gracias por todo” y terminan ese cariñoso diálogo con un apretón de manos que sientes y te trasmite que has hecho bien tu labor, la de formar ciudadanos competentes para desarrollar nuestra nación. Hasta me he encontrado con las madres de mis  ex alumnos que me comentan la admiración de sus hijos por mis clases y como cambiaron a raíz de mis consejos y regaños.

En fin, depresión y pesimismo, se van alejando, entra en mí una esperanza renovada por lo que hago, y me pregunto ¿Cuánto vale un ciudadano bien formado? Ese joven gerente de la Polar, pasó por las manos de muchos profesores, buenos, malos, regulares, pero que de alguna manera influyeron profundamente en su personalidad y pensamiento. Posiblemente existirán lectores que dirán, “pero cualquier profesión es   tan importante como la del educador”, sí, así es, pero un médico gana o cobra la mitad de un salario mínimo por su consulta de 30 minutos, o un ingeniero cobra por inspeccionar una obra 2 veces a la semana 5 salarios mínimos y verán ustedes las abismales diferencias de compensación salarial que no reflejan exactamente el esfuerzo, la dedicación, el desgaste y las exigencias de la profesión docente, pues gracias a todos esos educadores existen todos los profesionales que mencione anteriormente.

Les recuerdo amigos educadores, que antes de nosotros estuvieron grandes personajes de nuestra historia que sobre todo oficio o profesión, preferían ser maestros: Simón Rodríguez, Andrés Bello, Rómulo Gallegos, Andrés Eloy Blanco, Luis Beltrán Prieto Figueroa, por nombrar los más famosos, que lucharon por  una  educación de calidad para los jóvenes, pues sabían perfectamente que ellos serían los pilares de la sociedad que tanto soñamos.

Siempre cuando comienza un nuevo período escolar, tanto en bachillerato como en la universidad, les digo a mis alumnos: “posiblemente, algunos de ustedes será en un futuro, no muy lejano, un gobernador, un diputado, un gran médico o un gran ingeniero, que lleve a nuestro país al desarrollo y logremos al fin ser una potencia, gracias al estudio y al esfuerzo de cada uno de ustedes”. Inmediatamente observo sus rostros pensativos, con la mirada centrada al infinito, a ese futuro que tanto le temen, pero que anhelan tenga todo el éxito del mundo, de inmediato les hablo de cómo llegar allí a ese sueño y convertirlo en realidad, y finalmente les pregunto ¿De verdad quieren estudiar? Porque para hacer dinero no es necesario tanto estudio, pero para construir una nueva sociedad, y un gran país en donde exista oportunidades para todo aquél que quiera trabajar honradamente, sí es necesario que tengamos al frente de nuestras instituciones a los mejores ciudadanos, a los más capaces, a los más preparados, a los más íntegros y con vocación de servicio al pueblo y no a sus bolsillos.

Bueno, el caso es que estas pocas palabras que aquí expreso vienen a mi mente por lo angustiante de la situación económica por la cual atravesamos los que nos dedicamos a tiempo completo al oficio de educar, muchos de mis colegas, valiosos profesores, han renunciado para dedicarse a menesteres comerciales que le brindarán si acaso algo más de lo que actualmente devengan, otros están a punto de hacerlo, por lo que perderíamos importantes recursos humanos que pueden ser sustituidos por personas no tan bien preparadas, provenientes de alguna Misión Ribas, que desafortunadamente harán más daño a nuestros jóvenes que cualquier pasante recién graduado de la peor universidad del país.

Por favor, no renunciemos, por lo menos hasta que podamos, aguantemos, los jóvenes venezolanos nos necesitan, no dejemos en manos de otros de dudosa preparación el futuro de nuestro país. Luchemos por nuestras reivindicaciones económicas y sociales, para que la sociedad venezolana comience  a dignificar con justicia el papel del educador en todos sus niveles.

Por último, y para concluir, les deseo a todos mis colegas y amigos educadores, incluyendo los que están lejos de nuestra patria físicamente, pero que su corazón y espíritu lo tienen en Venezuela, y que han conseguido con su sabiduría y vocación formar jóvenes de otras naciones, que no pierdan la Fe y la Esperanza, Dios es infinitamente Misericordioso, y más pronto que tarde comenzará un nuevo amanecer, pues hoy sufrimos la más grande oscuridad y finalmente el sol de la verdad cubrirá nuestras vidas iluminando ese futuro que todos anhelamos. Gracias por seguir en el aula.


Alí Hernández Abrahan