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sábado, 29 de julio de 2017

Poema para no morir


Y la hoja era fresca… Pero… ¿era tierna?,
Se hundía…pero resistía, sólo la brisa le daba vida,
Entonces la flor perfumaba y su aroma se extinguía.

¿Era el Sol acaso?
Era la vida y la razón,
Y yo… no las distinguía.
Era el viento solitario y errante
Que me esquivó para no contaminarse,
Y la luz fue franca y me dijo…¿Eres tú?
Y fue tan terco como la lágrima última
Que era la cima de mi creencia.

El tiempo era transparente,
Pero lo palpaba,

Porque si estaba no me embriagaba,
Puede ser que fuera infinito,
Pero yo… no lo comprendía.
Ahí  permanecía y yo lo dejaba
Se escapaba impaciente,
Y yo… la deseaba,
Solo era la cruz que a mis espaldas se hendía,
Y yo… me impresionaba.

La Inocencia y la Madurez se juntaban,
Y yo… las amaba,
Una era cruel y me sumergía
En la cruda razón de la vida,
Y la otra me satisfacía, como la delirante poesía
Que me envolvía en mis claros días
Y me alejaba del destino más oscuro y recóndito
De mi espíritu turbado con su simple fantasía,
Pero la realidad era esa
Y yo… solo la lloraba.
Tú eres aquello que está en él.
Y el verano era cálido pero simple,
Como aquella delicada sonrisa,
Y los ojos lo decían todo.

¿Era esa mi causa?
Pero mi tristeza era alta,
Tanto como el miedo a no saber
Si era el capullo dorado de mis ilusiones
Que prendía fascinante
De la sombra materna que cubría
Celoso todo mi ser.

Alí Hernández Abrahan (1973)

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