(EL LECTOR DEBERÁ OÍR LOS VIDEOS PARA ENTENDER MEJOR EL CUENTO)
"Este es un cuento o tal vez mi vida. Soy músico, compositor y un poco loco". Así pensaba Raúl Ramírez, tenía ya 75 años. El Otoño era su estación favorita. En su silla de ruedas ya gastadas y con sus manos huesudas, rodaba hasta la vetusta ventana de madera rancia y noble, que enmarcaba el paisaje del bosque que siempre le inspiraba. Su amigo Alfonso, de su misma edad, escritor aficionado, siempre lo visitaba cuando su reloj marcaba la hora nona; los dos adultos, compartían sus vidas en la soledad de sus existencias ermitañas.
Cansados de sus vidas, escuchaban la radio, o buscaban un disco long play de vinilo negro un poco rayado y lo colocaban en su toca disco para oír sus canciones favoritas, a veces la escuchaban una y otra vez mientras bebían ceremoniosamente un rico coñac español que parecía nunca acabar.
-Raúl- exclamó Alfonso para lograr la atención de su entrañable amigo- Pienso que cada vez que oímos está música nos rejuvenecemos, mi espíritu se traslada a esos años de adolescencia, recordando la época que disfrutaba, a pesar de los sinsabores que a veces teníamos, siempre nos parece maravilloso revivirlo. El otoño marcó mi vida.
Ahora estamos en esa estación, de un color envolvente, cuando la brisa arrastra las hojas como la música nuestros recuerdos, vuelven a la tierra como la memoria, para nutrirla nuevamente. Dios nos dio memoria para que disfrutemos de nuestro pasado y no nos olvidemos de sus bendiciones presentes en nuestras vidas, sobre todo la longevidad que a veces nos parece letal pero que al final es la contemplación de nuestros actos, buenos y malos, cada uno con una canción que nos acompaña.
-"Así es mi querido Alfonso"- le contestaba Raúl entusiastamente - "A pesar de nuestra edad las canciones nos conservan jóvenes". - Hizo una pausa, tomo su copa y saboreó en su boca el perfume de su bebida preferida-
"Amigo mío"- continuó su idea- " la música tiene un poder mágico sobre las personas, el Hombre reacciona ante ella por que es un Ser espiritual, antes que padres fuimos hijos, nuestra vida es única, y nunca debe ser igual a la de nuestros hijos. Cada hijo será padre de su ejemplo, pero no podrá ser ejemplo de su padre.Contempla a nuestros hijos, ya mayores, casados, con sus familias, cada quien distinto, a pesar de repetirles nuestros consejos, cada quien hizo lo que tenía que hacer. Sólo ellos son responsables de sus vidas, como también lo fuimos nosotros.
Los dos amigos , se miraron fijamente por un momento y escuchando la canción, no lograron contener una traviesa lágrima rodara impertinente sobre sus mejillas. Ambos habían enviudado hacía años pero el amor hacia sus esposas era inviolable al tiempo, sus memorias recorrían cada momento feliz con aquellas mujeres que significaron la razón de vivir, más allá de sus amados hijos, esas mujeres que los amaron profundamente, un amor que nunca terminó y que cada día añoran, imposible repetirlo, eternamente inolvidable.
Terminaron de escuchar la canción, había tristeza, sus ojos perdidos en sus pensamientos, sus almas rendidas al sentimiento perdido, el amor ya no está en sus vidas, ni sus hijos ni sus nietos lo llenan, es otra clase de amor, el que nos duele distinto, el que recuerdan cada hora de sus vidas.
Alfonso se acercó a Raúl con una caja de madera oscura, y abrió su tapa lentamente. Raúl observó su contenido, volteó su mirada a su amigo entrañable y asintió con su cabeza de manera decidida. Raúl tomó su contenido dándole a su compañero lo que le correspondía. Estaban comprometidos con ese acto, cada uno con lo suyo, volvieron a mirarse, esta vez complacidamente. Una sonrisa de resignación. Un suspiro de alivio. Raúl colocó la caja vacía en la mesita cercana a su silla y se dirigió a buscar la canción mágica que los induciría a sus sueños. Tomó la carátula del mismo, la limpió cuidadosamente, sacó el long play, lo sopló como acostumbraba para quitarle algún polvo rebelde y lo colocó pausadamente en el viejo toca disco.
Mientras oían la canción, sintieron algo misterioso en sus cuerpos, sus pensamientos se cruzaron, tenían miedo, el pulso incontenible se les aceleraba. Las notas de la canción fluían como lava de un volcán ardiente, fogoso. Sus voluntades ya estaban comprometidas. No había vuelta atrás, era el pacto que habían hecho. Tomaron las pistolas y las llevaron a sus bocas. El último sonido de sus vidas, fue la de un disparo simultáneo que segó sus existencias para siempre. Aunque sea mágica, a veces, la música nos entristece.
ALÍ HERNÁNDEZ ABRAHAN