Parte
I
“Curiosidad
y algo más”
por
Alí Hernández Abrahan
Los
venezolanos en líneas generales poseemos una atracción telúrica por lo
sobrenatural, gran parte del país practica o ha practicado algún tipo de rito,
o ha asistido a alguna sesión de corte esotérica, en donde “el arte de la
adivinanza del futuro” estuviese presente. Por curiosidad, por ingenuidad o por
desesperación, se busca el último recurso ante las dudas y angustias que nos
depara alguna incertidumbre o problema, casi siempre relacionado con la salud,
el amor o el dinero.
Acudir
a un “brujo o bruja” o a un vidente experto en el Tarot, las runas o los
caracoles, cualquiera de esos oficios de
magia, pareciera ser un paso de iniciación que a la mayoría, a pesar de sus
creencias religiosas, se ve tentado a explorar alguna vez en su vida.
Esa
atracción hacia lo mágico, tiene como fin último crear alguna esperanza
positiva sobre nuestras vidas. Al parecer la religión que se profesa no satisface la ansiedad de escuchar algo que nos
permita creer que el problema ciertamente se va a resolver, porque existen
fuerzas sobrenaturales que de algún modo se expresan a través de esos artilugios
que son manejados adecuadamente a veces por personas estafadoras, otras, por
gente que de alguna u otra forma han manifestado a lo largo de sus vidas
algunos “talentos” o “dones” que lo inclinan a dedicarles su vida a estos
menesteres.
En
América Latina, se han manifestado muchísimas personas con estos tipos de “poderes”.
En fin, la mayoría de los seres humanos se fascinan hacia lo “mágico”, el mundo
se entretiene leyendo literatura con este corte, Harry Potter, El Señor de los
Anillos, etc. En donde la Magia, los magos y hechiceros son los protagonistas
principales, sembrando algún tipo de
sueño en los creyentes, lleno de esperanza positiva, que haga realidad tanta fantasía
en sus vidas.
Por
mi parte, en mi juventud siempre mantuve una curiosidad casi obsesiva por estos
temas, buscando respuesta ante tantas interrogantes que me formulaba en aquel
entonces, sobre todo por algunas experiencias personales que me inquietaban y
que quería saber por qué me sucedían o les pasaban a personas muy cercanas a mí
entorno.
He
escuchado a lo largo de mi vida, relatos extraños sobre sucesos paranormales
que me llevan a investigar hasta qué punto son ciertos o en cuales la
imaginación o la sugestión les juegan a sus protagonistas una mala pasada.
En
escritos anteriores, en mi blog, he mencionado brevemente, algunas de mis
experiencias sufridas en mi niñez y en mi adolescencia temprana.
Durante
mucho tiempo escuchaba a mis amigos cercanos que habían visitado una “bruja”, (al
parecer los brujos no son muy comunes), que les había leído las cartas o el
tabaco, siempre respeté sus creencias, creo que aquellos que se burlan, en el
fondo, son unos cobardes que le temen a lo desconocido.
Pero había en mí cierto temor o rechazo debido
a mi Fe católica, que presionaba sobre mi natural inclinación hacia la
investigación. Indudablemente mis creencias cristianas siguen intactas, pero no
dejo de pensar que en el Universo existen aún miles de incógnitas por resolver,
y que del mundo de Dios apenas sabemos un mínimo para comprenderlo y amarlo.
¿Cómo hablar sobre algo de lo cual nunca he presenciado o experimentado? ¿Hasta
qué punto es verdad o mentira los relatos de mis amigos?
La
poca literatura seria sobre el tema es muy escasa y breve, además de tener un
enfoque determinista y sesgado, que
juzga a priori tales creencias.
Ante
todo lo expuesto, decidí que en la primera oportunidad que tuviera, iría a
visitar a una bruja que me leyera las cartas o el tabaco, en fin, para ese
entonces me daba lo mismo ambas cosas.
Trabajaba
en esa época como gerente de publicidad y ventas del diario “El Informador” de
Barquisimeto, en ese entonces me había
habituado a realizar ejercicios de meditación, casi a diario, lo hacía en mi
casa en horas de la noche cuando todos dormían y nadie podía interrumpirme.
Sobre esas experiencias escribiré en otra oportunidad.
Por
alguna razón, este hábito de meditar, me ayudó a sentirme mucho más confiado
cuando asumía a estudiar fenómenos paranormales, la verdad es que no tenía
miedo, de alguna manera me sentía guiado por lo que me sentía protegido.
A
mi oficina acudían diversos personajes interesantes con los cuales mantenía
conversaciones sobre política, historia, economía, y a veces una que otra vez
me tocaban el tema de la Parasicología.
Entre
estas personas que me visitaban, se encontraba un hombre jovial, publicista y
comerciante, cuyo nombre me reservo, el cual mantenía relaciones comerciales
con el Diario; contrataba espacios publicitarios para sus clientes y mantenía
una oficina receptora de avisos para “El Informador” y “El Impulso”, los dos
diarios más importantes de Barquisimeto. A este señor lo llamaré “ Samuel ” .
Samuel,
era un hombre joven, un poco calvo, de rostro ovalado, simpático, y sumamente
servicial, tenía una disposición siempre amable hacia mi persona, diría que de
mucho respeto. Era una persona muy conversadora, y por lo visto le gustaba las
tertulias que sosteníamos de vez en cuando, a menudo me invitaba a un café para
charlar conmigo sobre temas que estaban a flote en la ciudad. Por mi relación
diaria con mis compañeros de trabajo, siempre tenía información fresca sobre
los mismos.
Un
día, no recuerdo por qué, tocamos el tema sobre los “videntes”, y cómo en la
historia “oculta” de muchos personajes importantes de la misma, existían “detrás”
de ellos, un personaje misterioso que los aconsejaba sobre eventos futuros que
los afectaría como líderes. Famosos son los cuentos del dictador venezolano Juan
Vicente Gómez que gobernó al país durante 27 años, falleciendo de muerte
natural sin que nadie pudiese derrocarlo, se decía que su lugar teniente, el “indio”
Tarazona, era su consejero y guía sobre estas supercherías. Al igual Hitler,
Chávez y Fidel Castro, siempre tuvieron un “brujo” a sus espaldas.
Samuel
me comentó que líderes políticos muy destacados de la ciudad, acudían a una
bruja que les “leía el tabaco” y que al parecer les había acertado todas sus predicciones,
él lo sabía porque eran sus clientes. Le pregunté quienes más conocía que
habían ido a su “consulta” y me llegó a
confesar que hasta el gobernador de aquella época era visitante asiduo de la
bruja. Me insistió en que la mujer en realidad tenía “dones místicos”. Me dijo
que la mujer no cobraba las “consultas”, que aceptaba la colaboración que
quisieras darle.
Inmediatamente
me vino la idea de ir a la “consulta” de esta señora, y así, de esta manera comenzar
mi investigación sobre estas creencias
de las “artes ocultas”. En vez de bruja la llamaré “la señora” . En contra de mis creencias
religiosas, pero con la curiosidad que nace de la necesidad de conocer lo que
se ignora. Me encomendé a Dios y fui.
La
señora vivía en un barrio popular llamado “El Garabatal”, muy extenso,
constituido por casas construidas por el gobierno, con calles pavimentadas e
iluminadas, con todos los servicios, para esa época era un barrio sano.
Llegué
a su casita, tenía una fachada adecuadamente pintada, el frente limpio, sin
rastros de basura. Me fijé por donde se entraba, noté que una pequeña reja
movible estaba abierta y daba hacia un pasillo en cementado, sin techo, que
daba hacia un patio interior cubierto con granzón pequeño; caminé rápidamente
para situarme frente a un cuartito de unos 3 metros cuadrados y techo de zinc,
pintado de verde oscuro por fuera y azul
intenso por dentro. Recostadas hacia la pared de la casita, a uno de sus
costados, al lado de una puerta de hierro que era su entrada, estaban unas tres
sillas de metal, de aquellas portátiles que en aquella época utilizaban las
agencias de festejo para alquilar en las fiestas.
Me
situé al frente del cuartito, a pocos pasos de la entrada y observé que sólo
había una señora, bien vestida, encopetada, que al verme trató nerviosamente de
ocultar su rostro con un periódico que supuestamente leía. Su cara me era
familiar, me causó risa su actitud infantil para disimular su presencia. De
pronto la puerta se abrió y salió un hombre joven, también de apariencia
distinguida, quien apresuró su paso y sin saludar caminó velozmente para
marcharse hacia su vehículo.
Un
rostro pequeño, apacible y limpio, con una sonrisa que mostraba una dentadura
blanca y perfecta, se asomó tímidamente,
sin mostrar su cuerpo, era “la señora”, para invitar a la dama nerviosa que
estaba en espera.
“La
señora” me miró y me regaló su sencilla sonrisa y me dijo por favor que me
esperara, que pronto me atendería. De manera que resolví sentarme, tomar el
periódico que la dama había dejado y comencé a leerlo para no aburrirme: “Asesinado
chofer de la Ruta 11 por pandilleros…”.
Un
olor a tabaco barato se deslizaba entre las rendijas de la ventana que estaba
detrás de mí, era el humo del misterio, y desde lejos se escuchaba, de una
radio mal sintonizada una canción de moda que decía algo así: “Yo digo lo que veo, corte la baraja y
diga, por mi casa, por mi amor y por mi dinero… ¡fuera Satanás! …”