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viernes, 6 de julio de 2018

Sobre Encantos y Brujerías






Parte I

“Curiosidad y algo más”

por

Alí Hernández Abrahan




Los venezolanos en líneas generales poseemos una atracción telúrica por lo sobrenatural, gran parte del país practica o ha practicado algún tipo de rito, o ha asistido a alguna sesión de corte esotérica, en donde “el arte de la adivinanza del futuro” estuviese presente. Por curiosidad, por ingenuidad o por desesperación, se busca el último recurso ante las dudas y angustias que nos depara alguna incertidumbre o problema, casi siempre relacionado con la salud, el amor o el dinero.

Acudir a un “brujo o bruja” o a un vidente experto en el Tarot, las runas o los caracoles,  cualquiera de esos oficios de magia, pareciera ser un paso de iniciación que a la mayoría, a pesar de sus creencias religiosas, se ve tentado a explorar alguna vez en su vida.


Esa atracción hacia lo mágico, tiene como fin último crear alguna esperanza positiva sobre nuestras vidas. Al parecer la religión que se profesa no  satisface la ansiedad de escuchar algo que nos permita creer que el problema ciertamente se va a resolver, porque existen fuerzas sobrenaturales que de algún modo se expresan a través de esos artilugios que son manejados adecuadamente a veces por personas estafadoras, otras, por gente que de alguna u otra forma han manifestado a lo largo de sus vidas algunos “talentos” o “dones” que lo inclinan a dedicarles su vida a estos menesteres.

En América Latina, se han manifestado muchísimas personas con estos tipos de “poderes”. En fin, la mayoría de los seres humanos se fascinan hacia lo “mágico”, el mundo se entretiene leyendo literatura con este corte, Harry Potter, El Señor de los Anillos, etc. En donde la Magia, los magos y hechiceros son los protagonistas principales,  sembrando algún tipo de sueño en los creyentes, lleno de esperanza positiva, que haga realidad tanta fantasía en sus vidas.

Mi relato tiene que ver con esto, siempre encontraremos a alguna persona cercana o lejana que nos cuente una historia sobre sus experiencias al respecto, algunas divertidas, otras no tanto. Estos cuentos los guardan celosamente y no se atreven a hacerlos públicos, sino bajo juramentos estrictos a sus más íntimos amigos, por miedo al ridículo y a la burla, además del temor de pasar por ingenuos o ignorantes, cuestión que no critico, pero que a mi parecer, solo es una experiencia sobre cuestiones que uno tiene que vivir, “sufrirla” o “disfrutarla” según sea el objetivo de la misma, como quien dice, experimentarla en carne propia para poder opinar o criticar tales experiencias.

Por mi parte, en mi juventud siempre mantuve una curiosidad casi obsesiva por estos temas, buscando respuesta ante tantas interrogantes que me formulaba en aquel entonces, sobre todo por algunas experiencias personales que me inquietaban y que quería saber por qué me sucedían o les pasaban a personas muy cercanas a mí entorno.

He escuchado a lo largo de mi vida, relatos extraños sobre sucesos paranormales que me llevan a investigar hasta qué punto son ciertos o en cuales la imaginación o la sugestión les juegan a sus protagonistas una mala pasada.

En escritos anteriores, en mi blog, he mencionado brevemente, algunas de mis experiencias sufridas en mi niñez y en mi adolescencia temprana.
Durante mucho tiempo escuchaba a mis amigos cercanos que habían visitado una “bruja”, (al parecer los brujos no son muy comunes), que les había leído las cartas o el tabaco, siempre respeté sus creencias, creo que aquellos que se burlan, en el fondo, son unos cobardes que le temen a lo desconocido. 

 Pero había en mí cierto temor o rechazo debido a mi Fe católica, que presionaba sobre mi natural inclinación hacia la investigación. Indudablemente mis creencias cristianas siguen intactas, pero no dejo de pensar que en el Universo existen aún miles de incógnitas por resolver, y que del mundo de Dios apenas sabemos un mínimo para comprenderlo y amarlo. ¿Cómo hablar sobre algo de lo cual nunca he presenciado o experimentado? ¿Hasta qué punto es verdad o mentira los relatos de mis amigos?


La poca literatura seria sobre el tema es muy escasa y breve, además de tener un enfoque  determinista y sesgado, que juzga a priori tales creencias.

Ante todo lo expuesto, decidí que en la primera oportunidad que tuviera, iría a visitar a una bruja que me leyera las cartas o el tabaco, en fin, para ese entonces me daba lo mismo ambas cosas.

Trabajaba en esa época como gerente de publicidad y ventas del diario “El Informador” de Barquisimeto, en ese  entonces me había habituado a realizar ejercicios de meditación, casi a diario, lo hacía en mi casa en horas de la noche cuando todos dormían y nadie podía interrumpirme. Sobre esas experiencias escribiré en otra oportunidad.

Por alguna razón, este hábito de meditar, me ayudó a sentirme mucho más confiado cuando asumía a estudiar fenómenos paranormales, la verdad es que no tenía miedo, de alguna manera me sentía guiado por lo que me sentía protegido.

A mi oficina acudían diversos personajes interesantes con los cuales mantenía conversaciones sobre política, historia, economía, y a veces una que otra vez me tocaban el tema de la Parasicología.

Entre estas personas que me visitaban, se encontraba un hombre jovial, publicista y comerciante, cuyo nombre me reservo, el cual mantenía relaciones comerciales con el Diario; contrataba espacios publicitarios para sus clientes y mantenía una oficina receptora de avisos para “El Informador” y “El Impulso”, los dos diarios más importantes de Barquisimeto. A este señor lo llamaré “ Samuel ” .
Samuel, era un hombre joven, un poco calvo, de rostro ovalado, simpático, y sumamente servicial, tenía una disposición siempre amable hacia mi persona, diría que de mucho respeto. Era una persona muy conversadora, y por lo visto le gustaba las tertulias que sosteníamos de vez en cuando, a menudo me invitaba a un café para charlar conmigo sobre temas que estaban a flote en la ciudad. Por mi relación diaria con mis compañeros de trabajo, siempre tenía información fresca sobre los mismos.
Un día, no recuerdo por qué, tocamos el tema sobre los “videntes”, y cómo en la historia “oculta” de muchos personajes importantes de la misma, existían “detrás” de ellos, un personaje misterioso que los aconsejaba sobre eventos futuros que los afectaría como líderes. Famosos son los cuentos del dictador venezolano Juan Vicente Gómez que gobernó al país durante 27 años, falleciendo de muerte natural sin que nadie pudiese derrocarlo, se decía que su lugar teniente, el “indio” Tarazona, era su consejero y guía sobre estas supercherías. Al igual Hitler, Chávez y Fidel Castro, siempre tuvieron un “brujo” a sus espaldas.
Samuel me comentó que líderes políticos muy destacados de la ciudad, acudían a una bruja que les “leía el tabaco” y que al parecer les había acertado todas sus predicciones, él lo sabía porque eran sus clientes. Le pregunté quienes más conocía que habían ido a su “consulta”  y me llegó a confesar que hasta el gobernador de aquella época era visitante asiduo de la bruja. Me insistió en que la mujer en realidad tenía “dones místicos”. Me dijo que la mujer no cobraba las “consultas”, que aceptaba la colaboración que quisieras darle.

Inmediatamente me vino la idea de ir a la “consulta” de esta señora, y así, de esta manera comenzar mi investigación  sobre estas creencias de las “artes ocultas”. En vez de bruja la llamaré  “la señora” . En contra de mis creencias religiosas, pero con la curiosidad que nace de la necesidad de conocer lo que se ignora. Me encomendé a Dios y fui.



La señora vivía en un barrio popular llamado “El Garabatal”, muy extenso, constituido por casas construidas por el gobierno, con calles pavimentadas e iluminadas, con todos los servicios, para esa época era un barrio sano.

Llegué a su casita, tenía una fachada adecuadamente pintada, el frente limpio, sin rastros de basura. Me fijé por donde se entraba, noté que una pequeña reja movible estaba abierta y daba hacia un pasillo en cementado, sin techo, que daba hacia un patio interior cubierto con granzón pequeño; caminé rápidamente para situarme frente a un cuartito de unos 3 metros cuadrados y techo de zinc, pintado  de verde oscuro por fuera y azul intenso por dentro. Recostadas hacia la pared de la casita, a uno de sus costados, al lado de una puerta de hierro que era su entrada, estaban unas tres sillas de metal, de aquellas portátiles que en aquella época utilizaban las agencias de festejo para alquilar en las fiestas.

Me situé al frente del cuartito, a pocos pasos de la entrada y observé que sólo había una señora, bien vestida, encopetada, que al verme trató nerviosamente de ocultar su rostro con un periódico que supuestamente leía. Su cara me era familiar, me causó risa su actitud infantil para disimular su presencia. De pronto la puerta se abrió y salió un hombre joven, también de apariencia distinguida, quien apresuró su paso y sin saludar caminó velozmente para marcharse hacia su vehículo.

Un rostro pequeño, apacible y limpio, con una sonrisa que mostraba una dentadura blanca y perfecta, se  asomó tímidamente, sin mostrar su cuerpo, era “la señora”, para invitar a la dama nerviosa que estaba en espera.

“La señora” me miró y me regaló su sencilla sonrisa y me dijo por favor que me esperara, que pronto me atendería. De manera que resolví sentarme, tomar el periódico que la dama había dejado y comencé a leerlo para no aburrirme: “Asesinado chofer de la Ruta 11 por pandilleros…”.

Un olor a tabaco barato se deslizaba entre las rendijas de la ventana que estaba detrás de mí, era el humo del misterio, y desde lejos se escuchaba, de una radio mal sintonizada una canción de moda que decía algo  así: “Yo digo lo que veo, corte la baraja y diga, por mi casa, por mi amor y por mi dinero… ¡fuera Satanás! …”