
Ese
día había decidido decirle todo. Celestino tenía años sin ver a su padre. Lo
extrañaba profundamente. Su niñez estuvo signada por el espíritu autoritario,
rígido y ácido de su progenitor, que desafortunadamente utilizaba las mismas
reglas, muecas y alaridos de su abuelo. Se podría decir que era una tradición
familiar. Pero llegó el momento tanto tiempo postergado. Celestino había
logrado vencer su escurridizo temor. En su corazón existía una mezcla de amor
reverencial con una rabia sin curar que lo atormentaba desde que se hizo hombre
y pudo recapacitar sobre su extraña y peculiar relación filial. No era fácil
enfrentarse a su padre. Aunque
permaneciera quieto e indiferente, saber que su padre estaba allí,
posiblemente escuchándolo con atención, para Celestino era suficiente.”Papá,
viejo querido, hoy, después de tanto tiempo, vengo a arreglar las cosas
contigo”-se atrevió a comenzar la charla, temeroso que le contestara. “Quiero que me perdones
por no haber venido antes”- dijo vacilante, cuidadosamente escrupuloso- “Fuiste
siempre un tirano, un dictador cruel que no tuvo piedad de mis sueños”- sus
manos temblaban, entre el miedo y la ira.-Prosiguió sus palabras sintiéndose
más corajudo-“Eras el verdugo de mis esperanzas, cortaste cuando pudiste todas
mis ilusiones. A mamá la trataste como una esclava, en realidad, nunca la
amaste”- Celestino aprovechó el silencio, el mutismo sorprendente del cual solo
son capaces las piedras. Respiró profundo, había sacado todo ese veneno que por
años lo estaba matando poco a poco, sigilosamente en sus entrañas.- Celestino,
arrodillado sobre la lápida, se levantó pausadamente y escupiendo la tumba,
salió triste del cementerio.
ALÍ HERNÁNDEZ ABRAHAN
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