Allí estaba ella,
acostada, mirando fijamente al hombre que marcaría su vida. Lo miraba buscando
sus ojos que estaban perdidos, vacíos, pero a la vez serenos. Él estaba seguro
de lo que iba hacer. No era la primera vez, ya era una especie de rutina. Ella
insistía mirándolo fijamente, por su mente pasaron momentos memorables, cuando
era dueña de la vida de los demás, ahora en ese instante comprendió lo leve de
la vida. Él era el primer hombre que era indiferente a sus encantos. Cristina
lo miraba. Él caminó solo unos pasos y colocó su mano. Cristina gimió como nunca,
ni en su mejor orgasmo logró tal gemido profundo. Sintió un placer definitivo,
de descanso. La asesina murió electrocutada.
Alí Hernández Abrahan
Gratamente sorprendida ,por tu labor de narrador y porque cada relato fulmina con sorpresa al lector.Estupendos micro cuentos llenos de humor y con una prosa que no te suelta.Felicitaciones !!
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