Dedicado
especialmente a mis nietos: Daniela Valentina, Alondra Isabel, Sergio Alexandro
y Rodrigo Andrés

El abuelito contador
de cuentos es un viejito sabio, pero muy viejito, tanto así que él mismo olvidó
su fecha de nacimiento.
Tenía una larga barba
blanca y vestía un largo saco de lana color verde, también en su cabeza
canosa utilizaba un singular sombrero anaranjado que asemejaba una zanahoria
fresca.

¿Cómo es posible que
un conejo regale huevos, si los conejos no son gallinas?
“Bueno niños aquí les
voy a contar cómo fue todo, porque el mismo Conejo de Pascua me lo contó a mí”,
dijo el Abuelito con mucho entusiasmo.
“Cuando yo era apenas
un niñito como ustedes, buscaba mis huevos decorados, dulces y chucherías que
el Conejo de Pascua me había traído y escondido en el bello jardín de mi casa
por ser un niño bueno, que obedecía
siempre a mi papá y a mi mamá, pero también le hacía mucho caso a mi maestra y
profesora, porque si no lo hacía, El Conejo no me traería los ricos dulces que
tanto me gustaban.
Como en todas las vísperas a la Navidad, el día
del Conejo de Pascua en mi hogar, todos esperábamos impacientes salir a nuestro
verde jardín en donde habitaban muchas plantas de diferentes flores que
adornaban coloridas y festivas al patio alegre de mi casa.
Bueno- continuó
contando el abuelito- entré entusiasmado en búsqueda de los dulces que El
Conejo de Pascua había dejado escondido entre los rincones de nuestro jardín.

Me impresioné al
verlo, era un Conejo hermoso, con un pelaje totalmente blanco como la nieve,
era mucho más grande que los conejos que yo había conocido, movía sus bigotes
de manera constante y nerviosa, sus ojos negros e intensos transmitían paz y
serenidad, de manera que me tranquilicé inmediatamente, me quedé mirándolo
fijamente hasta que me empezó a hablar.

“ Hace mucho, pero
muchísimo tiempo, cuando San José y La Santísima Virgen María estaban en el
pueblo de Belén, esperando en un pesebre de ovejas que el Niño Jesús naciera,
El Padre Dios Celestial le avisó a todos
los animalitos que estaban cerca del pesebre,
fuesen a cuidar al Niño Dios que estaba por nacer.
Y cada animalito
obediente a Papá Dios se acercó al pesebre para mostrarle a la Santísima Virgen
María cuanto amaban a su bebé. Fueron llegando poco a poco, regalándole cada
uno su talento.
El Ruiseñor llegó y le
cantó una bella melodía con su trinar de oro, luego llegó el Gallo y le cantó
su alarma madrugadora, una hermosa vaquita le trajo leche fresquita, vino la
cabra montuna y le trajo el queso de su leche, así sucesivamente cada animal le
daba un regalo al Niño Dios por nacer.
Todo iba bien,
contentos estaban todos, hasta que apareció una serpiente, una culebra brava
porque le habían quitado sus patas y tenía que arrastrarse, buscaba venganza,
comiéndose al Niño Jesús.


Así el Conejo se
convirtió en el héroe de ese día, salvando al Niño Jesús de la malvada
serpiente.



Autor
Alí
Hernández Abrahan